Actividad: mountain bike
Distancia recorrida: 42,07 kilómetrosAltitud min: 1.817 metros, max: 3.184 metros
Desnivel acum. subiendo: 1.005 metros, bajando: 2.363 metros
Grado de dificultad: Moderado
Finaliza en el punto de partida (circular): No
Coordenadas: 161
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- Estación de Bombeo de Papallacta SOTE
- Puente sobre río Chalpi chico (Doble vía)
- Estación del Poliducto Pretroecuador
- Estación de Bombeo Páramo OCP
- Puente sobre río Chalpi Grande (en curva doble vía) algo de peligro
- Puente sobre río Guango (Una vía) algo de peligro tiene piso de madera.
- Puente sobre Quebrada Negra (Doble Vía)
- Puente sobre río Guarmihapac (Doble Vía)
- Puente sobre río Maspa (Doble vía)
- Población de Cuyuja (total recorrido
- Puente sobre río Cuyuja (Doble vía)
- Puente sobre río Victoria (en curva doble vía) algo de peligro
- Puente sobre río Molana (Doble vía)
- Puente sobre el río Jatun Quinagua (una vía ) en curva mucho cuidado al cruzar tiene piso de madera y esta en una curva.
- Estación de Bombeo de Baeza SOTE
- Puente sobre río Quijos (Doble vía) peligro es una curva cerrada sin peralte.
- Control de Policía de Guagrayacu ( Total recorrido 19 kilometros).
- Puente sobre el río Guagrayacu
-
- Subida desde
- Puente sobre el río Machángara (doble vía) precaución esta en una curva cerrada.
- LLEGADA A
- FIN DEL RECORRIDO 42 KILOMETROS
HORA DE INICIO 10H:00,
EL GRUPO ORGANIZADOR
CICLOPASEO
RESEÑA DE LA EXPEDICIÓN
DEL CUERPO ECUATORIANO DE EXPLORADORES AMAZÓNICOS –CEEA-
EXPLORANDO LA RUTA DE FRANCISCO DE ORELLANA
-AGOSTO 1959-
Sr. Julio Heriberto Rodríguez Semper (+)
Dr. Alberto Bustamante ( +)
Ing. Simón Bustamante Cárdenas
Ing. Carlos Pallares
Baeza, el doce de febrero de mil novecientos cincuenta y nueve, como parte de las celebraciones del DIA DE LA AMAZONIA, un grupo de entusiastas y esforzados jóvenes ecuatorianos, impulsados por su nacionalismo amazónico se constituyen en una organización cívica con el nombre de: CUERPO ECUATORIANO DE EXPLORADORES AMAZÓNICOS, con el propósito de patrocinar la planificación del sistema vial en la Provincia de Napo y propiciar la incorporación del nororiente al desarrollo nacional y como país ingresar al contexto internacional Amazónico.
El recorrido del conquistador español Francisco de Orellana que le llevará al descubrimiento del Río Amazonas cruzando la cordillera oriental de los Andes ecuatorianos en 1541, siguiendo las huellas de Gonzalo Díaz de Pineda y Gonzalo Pizarro, fue la meta de los expedicionarios. Orellana trazó sin proponérselo la conexión interoceánica Pacífico-Atlántico desde Guayaquil, atravesando la ruta mas ancha del continente sudamericano entre Guayaquil y Belen du Para en Brasil. En Capitán español y sus hombres ecuatorianos y españoles descubrieron y conquistaron en río Amazonas en nombre de Quito. Las exploraciones y descubrimientos adicionales, la evangelización y colonización de los bastos territorios amazónicos, tuvieron su origen a partir de entonces en la Real Audiencia de Quito.
Descendió por las inmediaciones de la actual Baeza, cerca de la confluencia del Río Cosanga en el Quijos y en un esfuerzo sobrehumano alcanzó a doblegar la tercera cordillera y avanzar hasta las vecindades del volcán Sumaco, desde donde fue relativamente más fácil dirigir sus pasos hacia el río Coca, para navegar por él y entrar descubriéndole al río Napo, que navegándolo aguas abajo considera a Quito y al actual Ecuador la inmarcesible gloria del descubrimiento del Río Mar un 12 de febrero de 1542.
La Junta de Vialidad Francisco de Orellana, conociendo de la creación del Cuerpo Ecuatoriano de Exploradores Amazónicos, les solicitó organicen un grupo exploratorio con el propósito de emprender una expedición que aporte con su recorrido y conocimiento de la zona, para la decisión del trazado de la ruta que debía seguir la Vía Francisco de Orellana desde Papallacta hacia el Coca. Es así como se conforma un grupo de entre el comando de exploradores integrado en la siguiente forma:
- Ing. Simón Bustamante Cárdenas DIRECTOR EJECUTIVO y responsable del área técnica
- Señor Julio Heriberto Rodríguez Semper (+) GOBERNADOR DEL CUERPO como responsable de la logística y administración económica.
- Doctor Alberto Bustamante (+) joven médico quiteño, como responsable de la cobertura médica.
- Arquitecto Carlos Pallares otro joven profesional quiteño, profesional idealista y emprendedor como corresponsable técnico de la localización de la vía.
El grupo estaba consciente de su cometido y de la responsabilidad adquirida. El Ingeniero Bustamante y el Señor Rodríguez como exploradores versados en su actividad, contaban con amplia experiencia en misiones similares sustentada en un interesante record de años-salva en la propia región que se les encomendaba explorar, pero esta vez con una finalidad concreta, seguir la Ruta de Orellana y localizar el paso para una carretera.
Así, el 14 de agosto de 1959 la expedición parte desde Quito en un vehículo por carretera hacia Tumbaco, Pifo y Papallacta. En esta población andino-amazónica que marca el inicio de la inmensa selva, viajan a caballo hacia Baeza recorriendo 38 kilómetros de camino de herradura. En Baeza, histórica ciudad fundada por Gil Ramírez Dávalos el 14 de mayo 1559 y en la actualidad en su asiento republicano de los años 20 ya entonces cabecera cantonal del flamante Cantón Quijos; el Ilustre Municipio recibió a los expedicionarios con gran alborozo, tributándoles un especial homenaje como expresión de augurio por el éxito de la riesgosa empresa.
A continuación, la expedición se desplaza hacia la vecina población de San Francisco de Borja, en donde concentran sus efectivos y reclutan el personal necesario integrado por 25 hombres que darán sustentación al comando directriz, prestando sus servicios como ayudantes de campo, piqueros (macheteros) y cargueros. Una semana de afanosos preparativos preceden la partida. Todas las noches eran infallables las tertulias con los viejos montañeros y muy conocedores de la zona a explorar, participando viejos caucheros y antiguos moradores del Valle que relataban sus increíbles hazañas, matizándolas con anécdotas y relatos increíbles que hacían de las reuniones una verdadera competencia de fantásticas imaginaciones como telón de fondo a sus experiencias, que no dejaban de orientar el rumbo a emprendedores y prevenir de los serios peligros que asechaban a los intrépidos viajeros.
El Sacerdote Josefino Padre Pedro Dal Masso, participaba activamente en las reuniones, colaborando en la planificación del viaje imprimiendo la nota positiva y alentadora, con su conocida hilaridad, que hacía competencia con los fantasiosos relatos de los conservadores que ameritaron la organización de un club, contando con la Presidencia de su párroco. Los relatos estaban entremezclados con fantásticas leyendas y con otras tantas inexactitudes geográficas; de todos modos, entre tertulia y preparativos, la expedición fue tomando forma y con los buenos augurios de los amigos del Valle, el grupo impresionante de 30 personas cruzó la tarabita situado sobre el río Quijos junto a Borja del 24 de agosto de 1959, internándose en la selva.
Durante 6 días la marcho continuó por las playas y cuchillas paralelas al río Borja, desde su desembocadura en el Quijos hasta sus fuentes en la cumbre del cerro Guagra urco de la tercera cordillera. Abruptas montañas, torrentes impetuosos e insondeables precipicios, ponían a prueba la pericia y resistencia física de los exploradores y sus acompañantes. Se escogían las rutas más altas posibles para disponer de mejores oportunidades de observación panorámica. Era necesario descubrir los cursos de los ríos y quebradas, así como la orientación de macizos y cordilleras y localización de picachos y valles, con el objeto de alcanzar la información más completa posible sobre la orografía e hidrografía de la región. No se estaba haciendo el trazado de una vía sino el reconocimiento de una zona. No se disponía en ese entonces de las tan útiles fotografías aéreas. Los exploradores disponían tan solo de incompletos e inexactos mapas y de elementales instrumentos de medida y orientación.
Antes de la seis de la mañana de cada día el grupo estaba en pie empacando apresuradamente los efectos personales y las vituallas de la expedición y un frugal desayuno precedía la puesta en marcha. A la cabeza marchan los piqueros abriendo una pica angosta que denominan “Zafa bulto”, según la dirección dada por el Ingeniero jefe. Luego avanzaba el grupo exploratorio, tomando todos los datos y observaciones posibles, al último avanzaban los cargueros.
Al medio día se hacía un alto para almorzar, los alimentos eran preparados en las primeras horas de la mañana. Luego de un ligero descanso, los intrépidos hombres se ponían nuevamente en marcha a través de una selva desconocida. Alrededor de las cuatro de la tarde el grupo se detenía e inmediatamente comenzaba la tarea de preparar un elemental y rústico campamento para pasar la noche. Uno o dos ranchos montañeses construidos al apuro en la tarde, brindaban hospitalidad y descanso, Los ranchos no eran más que una armazón rústica compuesta por dos palos clavados en el suelo con horcones en la punta superior y un travesaño sobre ellos sosteniendo una cubierta de media agua con hojas de palma que llega hasta el piso. Un mullido colchón de hojas secas y la fogata delante del rancho completaban las comodidades.
El personaje del atardecer era incuestionablemente el cocinero que con la olorosa y fresca leña preparaba a golpe de hacha por algún fornido piquero, cocinada la anhelada cena y prodigaba ilusiones gastronómicas al distribuir cuchara en mano los alimentos, que apenas si cumplían la más elemental misión de nutrir. El fuego acogedor se encargaba de desparramar el humo a través de la selva y de ofrecer el natural repelente para los mosquitos ávidos de disfrutar de la presencia alimentaria de todos los circundantes que rodeaban el fogón. Los escasos alimentos estaban racionados. La cacería era nula, por el ruido del continuo macheteo y el avance de la expedición que alejaban animales y aves silvestres. La pesca era prácticamente imposible, tanto por escasa, cuanto porque no había tiempo que perder.
Un día despejado en la cumbre de la tercera cordillera, permitió observar una vista muy amplia sobre el flanco de la cordillera central, comprendida entre el Antisana y el Cayambe y hacia el oriente una perspectiva formidable del lado norte del Sumaco y del inmenso valle de Loreto-Payamino. Una vez programada la dirección a seguirse, la expedición descendió al cerro Guagra urco marchando hacia el oriente y llegó a la cuenca del río Molino. El terreno sumamente accidentado y las abruptas orillas de este río, hicieron de los seis días siguientes de viaje una tarea tremendamente esforzada.
No se encontraron huellas de que la zona hubiera sido visitada ni siquiera por los cazadores yumbos de Loreto que suelen hacer inmensos raids a través de la selva. Mientras más dura se hacía la marcha, más respetos dirigían los expedicionarios a los formidables conquistadores que hace muchos siglos se lanzaron a través del continente. Pudo haber sido la ambición, pudo haber sido la codicia lo que les impulsaba; pero jamás, nadie que tenga cabeza sobre los hombros, podrá negar la intrepidez , el coraje la audacia y la firmeza, valores indiscutibles de aquellos seres que los llevó a fundar un nuevo mundo.
Después de doce días de marcha el grupo había llegado a la confluencia del río Molino con el Suno, lugar paradisíaco, cubierto casi exclusivamente de palmeras en donde hubo que cruzar bordeando el caudaloso Suno.
Los víveres iban disminuyendo aceleradamente como es natural, con esta disminución los cargueros iban haciéndose innecesarios y en parejas se los enviada de regreso a Borja, Tanto que a partir del cruce del río Suno el grupo quedó reducido a trece personas.
La expedición se volvió muy aventurada por la falta de víveres que se hizo absoluta a los 18 días de marcha. Más aún, la naturaleza se había confabulado contra los expedicionarios y en no pocas ocasiones atentó contra la seguridad especialmente por la creciente de los ríos amenazando con arrastrarlos en sus turbulentas aguas, pero la entereza y determinación no abandonaron ni un solo momento a los hombres dispuestos a franquear cualquier obstáculo para cumplir la misión. Se sustentaban con vegetales comestibles (palmito) y alguna insignificante pieza de cacería o de pesca, que ayudaron a su precaria alimentación.
A los veinte días de marcha, una comisión de reabastecimiento les dio alcance. La alegría que todos experimentaron fue indescriptible, luego de los efusivos saludos y los concebidos abrazos, siguieron las averiguaciones sobre la cantidad y clase de víveres que portaban y fue entonces cuando la alegría se tornó en casi desesperación al comprobar que aquellos esforzados amigos diez en total, traían apenas 3 bancos de panela, una pequeña funda de arroz y un poco de harina de cebada sobre la que se había derramado el kerosén que portaban. Y pensar que con estos abastecimientos debían subsistir los 23 hombres que ahora integraban el grupo, el resto del recorrido que aún era incierto.
Desde luego, la experiencia en aventuras de esta naturaleza y la confianza de todo el personal en sus dirigentes, posibilitaron que no fracasara la expedición; por el contrario, firmemente decididos, todos redoblaron sus esfuerzos para alcanzar el objetivo inmediato de llegar en el menor tiempo posible a la región de Loreto, en donde encontrarían lugares habitados para reabastecerse de alimentos. Efectivamente en cinco jornadas de intensa marcha y luego de haber sobrepasado una que otra choza abandonada de yumbos con cultivos, pudieron obtener alguna fruta que fuera bien aprovechada, pudieron llegar a Loreto habiendo cubierto 90 kilómetros en 23 días de marcha continúa y abriendo pica en la montaña.
En Loreto y gracias a las pródigas atenciones de un buen amigo de los dirigentes de la expedición don Rafael Elías Andrade Chacón, el popular “zambo Andrade” Teniente Político de esa población, todos pudieron reponerse de su extremo agotamiento físico, después de un bien merecido descanso y con buena alimentación, para poder planificar el resto del recorrido.
El grupo expedicionario llegó por fin a Puerto Francisco de Orellana, junto al río Napo ubicado en la desembocadura de los ríos Coca y Payamino, navegando desde Loreto en canoa por el río Payamino, a los 30 días de marcha desde su partida de Borja.
La factibilidad de tramontar la tercera cordillera, había quedado demostrada. La Ruta del célebre conquistador Francisco de Orellana había sido recorrida palmo a palmo y con asombrosa exactitud, por un grupo de esforzados exploradores nacionales que reconstruyeron la historia a pesar de los inconvenientes, peligros y vicisitudes de la marcha. Hay que afirmarlo en honor a la verdad que a parte del natural cansancio, nadie en absoluto en enfermó ni sufrió accidentes graves. El estado normal del personal fue positivo y no se vio afectado por la enfermedad de la selva (canaima) en ningún momento.
Su tesis fue complementada con la Ruta de Orellana y así quedo conformada la tesis de mayor alcance nacional e internacional en materia de vialidad como es la VIA INTEROCEANICA, que ya se vislumbraran los conquistadores.
De esta manera, la vía Interoceánica quedó definida por la ruta general siguiente: Quito-Papallacta-Baeza-Puerto Orellana o Puerto El Carmen de Putumayo. Esta carretera comunica a la capital con dos importantísimos ríos navegables de la hoya amazónica, El Napo y el Putumayo, permitiendo la utilización sucesiva del Ecuador con dirección al Amazonas. Estos últimos 10 años han sido de lucha y trabajo por parte de los expedicionarios Ingeniero Bustamante y Señor Julio Rodríguez, con el apoyo de los propulsores de la tesis ya complementada. Han sido diez años de un continuo forjamiento de la conciencia nacional a favor de la vía Interoceánica. Poco a poco esta tesis fue trascendiendo y elevándose hasta alcanzar la categoría de proyecto oficial del Estado, promovido tanto por Ecuador como por Brasil, para la interconexión de estos dos países mediante un sistema mixto de comunicaciones terrestres y fluviales en el Nororiente amazónico, entre el Océano Pacífico, el Río Amazonas y el Océano Atlántico.
Quito, octubre de 1959
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