jueves, 17 de diciembre de 2009

Los Biciosos: La adicción saludable

Mi nombre es Rogelio Garza y soy cletómano.

De todas las adicciones que conozco la bicicleta es mi favorita. Recuerdo una campaña guerrilla de Nike con la que se dio a conocer el Cartel de las Endorfinas, pósters con una calavera y el encabezado: “Soy adicto”. Nada define mejor al cletómano. Así es el deporte, aunque a muchos les incomode el tema o se molesten porque sienten que la sombra del dopinglos persigue.

Esta adicción no tiene que ver con el consumo de sustancia alguna, sino con el proceso químico que sucede en el cerebro del cletómano cuando pedalea su bicicleta. Una sinapsis en la que se producen las codiciadas endorfinas (morfina endógena): adrenalina, serotonina y dopamina, neurotransmisores responsables de liberarnos del dolor, regular la alegría, la emoción, la tranquilidad y el sueño.

CletómanoUna reacción semejante sucede en el cerebro del creyente religioso cuando va por su dosis a la misa de ocho cada mañana. La religión es el opio del pueblo, decía Marx. Por eso esta otra campaña de Sport City compara la práctica deportiva con el fervor religioso, el “deporteísmo”, le dicen. Sin duda, el cletómano pedalea religiosamente su cleta y si pudiera le haría un altar. Lo interesante aquí es que el deporte también puede conducir a estados de conciencia alterada y éxtasis místico. Con razón el Papa Juan Pablo II, deportista y cletómano que pedaleaba 100 kilómetros de un tirón, consideraba el deporte un don divino. Recordemos que Dios es el dealer más grande del mundo.

Todos los cletómanos estamos acostumbrados a las endorfinas para funcionar. El día que no pedaleas te sientes incompleto. Lo mismo siente el fervoroso si no va a misa, algo le hace falta. En el caso del cletómano también influye el factor físico, que podría llamarse “opiáceo”. Más de tres días sin actividad traen consigo un síndrome de abstinencia: te entumes, se te quita el hambre, duermes mal, estás de mal humor, te sientes incómodo…

Todo ese malestar desaparece en cuanto empiezas a pedalear. El fix de la bici te alivia como por arte de magia. Por eso el cletómano siempre está buscando la oportunidad de darle al bicio, para él es la única forma de mantenerse en equilibrio. Y en el rol conoce a otros biciosos que tienen la necesidad de rodar a como dé lugar.

Es normal que la gente común no lo entienda. No saben de lo que se pierden, pero tampoco de lo que el cletómano es capaz de hacer con tal de salir a dar el rol. A muchos les cuesta creer que pierdas el sueño y te levantes los fines de semana a las seis de la mañana para darle al bicio: subir una montaña fría, lodosa y húmeda. O pedalear en una carretera cubierta de niebla. O empaparse en el camino a comprar cualquier cosa. O ir a trabajar para llegar bien puesto. Sobran motivos para sacar la bicla.

Sólo hay una cosa más fuerte que una adicción: otra adicción. El mecanismo lo explica el escritor y cletómano Ernest Hemingway en El Fin de una Afición, un relato donde cuenta cómo dejó las carreras de caballos por las de bicicletas. El bicio, una vez que te encadena, no te suelta. Por eso el cletómano sólo quiere rodar sin importar el destino, lo que importa es el viaje, moverse y flotar en dos ruedas.

Lo bueno de ser cletómano es que con tu adicción contribuyes a que el mundo sea mejor. El bicio es saludable y ecológico, haces algo por un mundo sin obesidad, sin infartos ni diabetes, sin tráfico ni contaminación, sin calentamiento global ni cambio climático…

Mejor encadenarse al bicio y rodar. Voy a darme un rol.

Fuente:

cletofilia.finevox.com

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